La historia de Cornelius Vanderbilt y su fortuna destruida

En el siglo XIX, mientras los Estados Unidos se expandían, un joven de Staten Island se convertiría en un símbolo de riqueza y ambición. Hablamos de Cornelius Vanderbilt, apodado “el Comodoro”, quien pasó de ser el hijo de un barquero a ser considerado el hombre más rico del mundo. Su secreto fue apostar por la tecnología más innovadora de su época: la máquina de vapor, que revolucionó el transporte de personas y mercancías.

A pesar de su increíble éxito, los descendientes de Vanderbilt ya no forman parte de la élite neoyorquina. En 1973, durante una reunión familiar, 120 herederos no contaban con un solo millonario entre ellos. La pregunta que surge es: ¿qué pasó con una de las fortunas más grandes de la historia?

El inicio del imperio de Cornelius Vanderbilt

Cornelius Vanderbilt nació en 1794 en Staten Island, en una familia con raíces inglesas y holandesas que se dedicaba a la agricultura. A los 11 años, dejó la escuela para trabajar con su padre en un ferry que cruzaba la bahía de Nueva York. Su habilidad para los negocios se hizo evidente rápidamente; con apenas 16 años, ya operaba su propio servicio de transporte de pasajeros.

Por su energía y estilo imponente, otros marineros empezaron a llamarlo “el Comodoro”, un apodo que lo acompañaría toda su vida. Se casó joven con su prima Sophia, con quien tuvo trece hijos, y se mudaron a Manhattan. Allí, dio un gran salto en su carrera al convertirse en capitán de Thomas Gibbons, lo que le permitió aprender de la gestión empresarial y el ámbito legal, una base sólida para lo que vendría.

Dejando su trabajo con Gibbons, fundó una empresa de barcos de vapor. Con la fiebre del oro en California, transportó tanto a pasajeros como a mercancías entre la costa este y la oeste de Estados Unidos, generando ganancias asombrosas. Y como buen empresario, diversificó su imperio invirtiendo en ferrocarriles, el motor emergente de la economía. Compró varias líneas y construyó una estación en Nueva York, que luego se convertiría en la emblemática Grand Central Terminal.

Grand Central Station

Además de su éxito empresarial, fue un filántropo activo. En 1873, donó un millón de dólares para fundar la Vanderbilt University en Tennessee, una de las instituciones más reconocidas en el país. Cuando falleció en 1877, era considerado el hombre más rico del planeta, dejando su vasta fortuna prácticamente en manos de su hijo mayor, William Henry Vanderbilt, quien la duplicó en solo nueve años.

El destino de la fortuna de Cornelius Vanderbilt

A pesar del éxito de William al multiplicar la herencia, sus decisiones marcaron el inicio del declive. En vez de concentrar la fortuna en un solo heredero capaz de manejarla, decidió dividirla entre sus dos hijos. A medida que pasaron las generaciones, esta fragmentación se acentuó; nietos y bisnietos recibieron porciones cada vez más pequeñas y comenzaron a distanciarse de los negocios que habían generado su riqueza.

A principios del siglo XX, muchos de ellos competían por quién construía la mansión más ostentosa en la Quinta Avenida, gastando enormes sumas en arte, fiestas y viajes. En 1903, William Kissam Vanderbilt cedió el control de la New York Central a otra empresa, y la familia se fue alejando del negocio.

Los problemas se agudizaron con la llegada de impuestos a la renta y sucesiones, la crisis del 29 y la Gran Depresión, que causaron caídas drásticas en sus ingresos. La industria ferroviaria también enfrentó la competencia de otros medios de transporte, como los camiones. En 1954, vendieron sus últimas acciones, y la compañía se declaró en quiebra en 1970.

Sin fuentes de ingresos y con un estilo de vida que ya no podían sostener, la fortuna se desvaneció. Aunque algunos Vanderbilt todavía son conocidos hoy, como la diseñadora Gloria Vanderbilt o el periodista Anderson Cooper, se encuentran muy lejos de la opulencia que hizo legendaria a su familia.

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